La incorporación de la mujer al mercado laboral ha supuesto para esta la
independencia económica, pero al mismo tiempo ha duplicado e incluso triplicado
sus funciones. Esto ha dado lugar a la acumulación de roles en la misma persona;
cabeza de familia, responsable de la casa, educadora, vida en pareja, trabajo
fuera de casa, vida social, etc.
La gran mayoría de las mujeres están satisfechas
de tener un trabajo fuera de casa, pero la mitad de las que son madres
consideran que esa situación repercute negativamente en sus hijos e hijas. El
desajuste surge porque la mujer sabe que tiene derecho a su propio proyecto
como persona pero las contradicciones y presiones del sistema familiar y social
generan estrés y disfuncionalidad. Además, ante el exceso de trabajo y
responsabilidades, muchas se sienten agotadas y tienen la sensación de hacer
todo a medias, no tener tiempo para nada y descuidar su vida personal. Ello
genera un alto grado de frustración que puede repercutir en su rendimiento
laboral y que va minando la estima y la salud de la mujer.
Este estado,
provocado por las dificultades que supone conciliar trabajo y vida personal, es
lo que los especialistas definen como Síndrome de la Mujer Trabajadora (SMT).
Una vez identificados los síntomas hay muchas cosas que se pueden hacer para aumentar en bienestar, autoestima y felicidad sin sentirse culpable.